Gaston Bachelard nos invita a mirar la moralidad de la materia. Las lecciones éticas que yacen en todos los fenómenos de la materia.
Y Cómo lo hace? Desarrollando en nosotros la IMAGINACIÓN MATERIAL, es decir, el impulso estético con el que queremos entablar miradas y diálogos constantes con la materia presente. La intención fenomenológica con la que queremos descubrir la belleza de todo lo que nos rodea.
Impulso vertical, profundo. Intención "minera" de la mirada que quiere descubrir tesoros del ser ocultos bajo la superficie opresora de los conceptos, las formas, las ideologías y las metafísicas. Aprender a acceder a las minas de lo bello. A la esencia pedagógica del mundo.
La imaginación material desoculta en las minas el FENÓMENO-EJEMPLO. Es decir, la enseñanza que tienen para brindarnos todas las presencias de la vida cuando aprendemos a apreciar su proceso, su manifestación particular, su realidad y la bella complejidad de su ser.
Gaston Bachelard nos invita a contemplar la moralidad de las cosas que nos rodean, a aprender de ellas. En la imaginación material se encuentra la verdadera pedagogía, ir siempre más allá de lo aparente y descubrir lo impensable.
ResponderEliminarPara mí, esto significa algo muy revelador. Por ejemplo, sigo amando escribir en papel y lápiz, porque recuerdo desde pequeña ese amor que mi padre me inculcaba, y lo mejor es que incluso con toda la tecnología esto no acaba. Es una conexión conmigo misma, con mis pensamientos más íntimos. El papel y el lápiz son como un portal a mi mundo interior.
Y luego están esas cosas simples pero valiosas, como el por qué cada noche me cubro los oídos con todas las cobijas posibles. Es un gesto que viene de mi infancia, cuando mi tío solía morder mis orejas como muestra de cariño. Ahora, lo entiendo como un recordatorio de ese amor, y me reconforta, aunque suene curioso que ese acto sea un acto de amor😅.
Creo también que esta imaginación debería ser algo que nunca perdamos. A medida que crecemos, a veces olvidamos lo importante que es mantenernos conectados con nuestra capacidad de imaginar y explorar el mundo. Nunca deberíamos perder esa chispa de asombro que teníamos de niños.
Así que, gracias a esta imaginación material, puedo entender mejor por qué hago ciertas cosas y cómo influyen en quién soy. Es un viaje de autodescubrimiento constante que me llena de gratitud por las pequeñas cosas que hacen mi vida especial.
La belleza está en las pequeñas cosas.
Nubia González
La llama de la vela representa toda nuestra conexión con lo material, es una llama intensa que se encarga de iluminar nuestras decisiones de abrirnos caminos y llevarnos al mundo espiritual y como dice ese impulso, con el que queremos entablar miradas y conexiones constantes con la materia y descubrir a través de nosotros la belleza de todo lo que nos rodea, es a partir de allí de esa imaginación de iluminar nuestras decisiones, y es desde ahí cuando mi vida da un giro inesperado con la llama de la vela todas esas lecciones Morales y éticas que aplico en mi vida me enseñan a pensar mejor y a construir mejor esas miradas hacia lo material impulsando así cada desicion que tengo que tomar en la vida, en lo personal y en el amor.
ResponderEliminarAquí Bachelard nos invita a qué la imaginación materia y las conexiones Morales con el mundo nos acostumbramos a valorar cada objeto, cada desicion, cada proceso y nos enseña a apreciar eso que llevamos dentro de las realidades que vivimos en el mundo. Así que en lo personal aplicó esa imaginación material y a valorar cada aspecto es en la práctica docente aveces cuando siento que las clases no me salen de lo mejor, siento que esa llama se enciende cuando en la práctica encuentro lo bello de enseñar y aplicar los conocimientos a los estudiantes, para que ellos sean las nuevas generaciones que encenderán con la llama de sus sueños y la vela de su imaginación el llegar a ser parte del nuevo mundo y la realidad de las pequeñas cosas y sus decisiones del mañana.
De: Santiago Angulo.
De esta temática hay mucho que rescatar, pues nos invita a ser partícipes de la estética natural en el entorno, aquella estética que parece ocultarse a todo aquel que se encuentra en el primer piso, pero que el ser vertical encuentra y acoge dentro de aquello que lo diferencia de lo demás. Resulta poética está perspectiva, y sin duda me quedo con la enseñanza de la vela. Esa llama que oculta entre tonalidades un secreto, una vulnerabilidad y la base fundamental de su existencia, aquella que depende de la contaminación del entorno y que fluctúa con él, aquella que permanece ferviente a la posibilidad de apagarse, pero que lucha para mantenerse vertical.
ResponderEliminarLa vela representa la vida de aquel que se aventura en la fenomenología para redescubrir lo que realmente importa, bajar al sótano y ver cuáles son las cosas y recuerdos que nos hacen luchar por permanecer en el mundo.
Bachelard explora profundamente el simbolismo de la llama de una vela como metáfora de nuestra conexión con lo material y lo espiritual. Reflexiona sobre cómo esta conexión influye en nuestras decisiones y en nuestra comprensión del mundo que nos rodea. Destaca cómo la imaginación y la apreciación de lo material pueden impactar nuestras vidas de maneras significativas, desde la toma de decisiones personales hasta la práctica docente.
ResponderEliminarTambién hace referencia a su invitación a valorar cada objeto y proceso en nuestra vida diaria, así como a apreciar la estética natural que nos rodea. Se enfoca en la poesía inherente a la perspectiva vertical de la vida, comparando la vulnerabilidad de la llama de la vela con la vulnerabilidad humana y la lucha por mantenerse en el mundo.
Bachelard propone una reflexión profunda sobre el significado simbólico de la vela y su relevancia para la experiencia humana, desde la enseñanza hasta la exploración personal de la fenomenología y la búsqueda de lo que realmente importa en la vida.
José Alzate
Bachelard analiza cómo la llama de una vela puede representar nuestra conexión con lo material y lo espiritual. La vela, al ser encendida, se convierte en un símbolo de luz que ilumina tanto el espacio físico como el emocional o espiritual. Esta metáfora se utiliza para reflexionar sobre cómo percibimos y comprendemos el mundo que nos rodea. Bachelard sugiere que esta conexión entre lo material y lo espiritual puede influir en nuestras decisiones cotidianas. Nuestra percepción de la luz, la calidez y la fragilidad de la llama puede tener un impacto en cómo tomamos decisiones y cómo interactuamos con nuestro entorno. Se destaca la importancia de la imaginación y la apreciación estética en nuestras vidas. Al valorar cada objeto y proceso en nuestra vida diaria, podemos encontrar belleza y significado en lo aparentemente ordinario.
ResponderEliminarBachelard utiliza la metáfora de la llama de la vela para explorar la idea de una vida vertical, donde nos esforzamos por elevarnos y mantenernos en el mundo, a pesar de nuestra vulnerabilidad y fragilidad. Esta perspectiva poética resalta la lucha humana por encontrar significado y trascendencia en la vida cotidiana. Finalmente, Bachelard propone que la reflexión sobre el simbolismo de la vela es relevante no solo en contextos académicos, como la enseñanza o la exploración filosófica, sino también en la búsqueda personal de significado y autenticidad en la vida diaria. La vela se convierte así en un recordatorio de la importancia de explorar nuestra propia fenomenología y de buscar aquello que realmente importa en nuestras vidas.
Juan Camilo Fonseca Calle
Creo que aquí Bachelard plantea el regresar a lo que es básico para cada quien, no estar confinado a observar nada más nuestro yo interno, a no quedarse dentro de los confines de nuestra mente sobre significando todo y a todos a quien conocemos. Es más bien regresar a aterrizar nuestros pies sobre el piso, como la primera vez que intentamos caminar siendo unos bebés, aquella época remonta a conocer todo lo que es físico y lo que se encuentra a nuestro alcance.
ResponderEliminar(Ana María Benavides)
ResponderEliminarLa propuesta de Gaston Bachelard nos invita a mirar la materia con una nueva sensibilidad, una que va más allá de su mera composición física para encontrar en ella una lección ética y estética. A través de la imaginación material, descubrimos que los objetos, los elementos y los fenómenos naturales no solo existen, sino que también nos enseñan. Cada textura, cada forma y cada transformación encierra una historia, un proceso que, si aprendemos a leerlo, se convierte en una fuente de aprendizaje y contemplación.
Esta mirada fenomenológica nos exige abandonar la superficialidad con la que solemos percibir el mundo. No basta con reconocer lo que está a simple vista; es necesario realizar un impulso vertical, un descenso profundo hacia la esencia de las cosas. Como mineros de la realidad, nos adentramos en la materia con la intención de hallar tesoros ocultos, de revelar la belleza que se esconde bajo las capas de conceptos preconcebidos, formas rígidas, ideologías limitantes y metafísicas estáticas.
En este sentido, la materia se convierte en una maestra silenciosa. Cada fenómeno, cada objeto y cada presencia en el mundo nos ofrece un fenómeno-ejemplo, una manifestación única que nos revela su propio proceso, su singularidad y la complejidad de su existencia. Aprender a percibir el mundo desde esta perspectiva significa desarrollar una pedagogía de la sensibilidad, una forma de conocimiento que no impone categorías cerradas, sino que nos invita a dialogar con la realidad desde la contemplación, la sorpresa y el asombro.
Así, la imaginación material no solo transforma nuestra relación con la materia, sino que también nos educa en una ética de la percepción: una forma de estar en el mundo con apertura, con respeto por la singularidad de cada ser y con la disposición de aprender constantemente de la realidad que nos rodea.
Después de haber sido coronel de la Policía, de haber dirigido colegios, de haber enseñado y ahora como estudiante, descubro que la enseñanza no está solo en los libros ni en las aulas. Está en la materia misma, en la realidad que nos rodea. Bachelard nos invita a ver la moralidad de la materia, a descubrir en cada fenómeno una lección ética. Y en mi vida, esto ha tomado muchas formas: el peso de un uniforme que representaba responsabilidad, el papel en el que firmaba órdenes y decisiones importantes, la tiza en la pizarra cuando daba clase, y ahora, la textura del lienzo cuando pinto al óleo.
ResponderEliminarAprender a pintar ha sido otra manera de comprender la relación con la materia. No se trata solo de colocar colores en un lienzo, sino de entender cómo la pintura fluye, cómo la textura del pincel cambia el trazo, cómo la luz y la sombra construyen una historia. Hay una especie de paciencia activa en el óleo: no se puede apresurar el proceso, hay que esperar, dejar que las capas se asienten, volver a mirar lo que parecía terminado y descubrir que aún queda algo por ajustar. Es un ejercicio de observación y, sobre todo, de humildad.
Lo mismo ocurre con la vida. Durante mi tiempo en la Policía, aprendí que liderar no es solo dar órdenes, sino comprender la estructura de una institución, la manera en que cada persona aporta algo al conjunto. Como director de colegios, descubrí que educar no es solo transmitir conocimiento, sino moldear un ambiente donde los estudiantes puedan descubrir su propia voz. Ahora, como estudiante de filosofía, veo que el pensamiento no es una acumulación de conceptos, sino un proceso de ir quitando capas, de ver más allá de lo evidente.
Bachelard dice que debemos desarrollar una imaginación material, un impulso que nos haga dialogar con la materia, con la textura del mundo que nos rodea. Es un llamado a dejar de ver la realidad como algo inerte y comenzar a reconocer la enseñanza que hay en cada objeto, en cada material, en cada fenómeno. Así como la piedra cuenta su historia a quien la estudia, la pintura responde a la mano que la guía, y la filosofía se revela a quien la contempla sin prisas.
Cada etapa de mi vida ha sido una forma de aprender a mirar con más profundidad. La Policía me enseñó a ver el orden y la estructura; la educación, a leer entre líneas las inquietudes de los estudiantes; el arte, a sentir la materia y la luz. Ahora, con la filosofía, encuentro que todo esto estaba conectado desde el principio. No se trata solo de conocer, sino de aprender a ver.
Al final, la verdadera enseñanza no está en las grandes ideas, sino en la capacidad de descubrir lo que siempre ha estado ahí. Como en la pintura, como en la vida, todo es cuestión de aprender a mirar.
La vida se vive mejor en vertical. Como un árbol que hunde sus raíces en la profundidad de la tierra y al mismo tiempo alza sus ramas hacia la luz. Hay algo en ese movimiento que resuena en mí: la necesidad de ir más allá de la superficie, de no quedarme en lo inmediato, de excavar en lo profundo y elevarme en lo que escribo.
ResponderEliminarEscribir es mi forma de vivir en vertical. Tomar un esfero, deslizarlo sobre una hoja en blanco, es abrir un espacio donde la soledad poética se convierte en refugio. En ese instante, no importa si lo que surge está bien o mal, si encaja en un molde o si desafía los estereotipos. Lo único que importa es el latido encendido de mi corazón, el flujo libre de cada pensamiento que se despliega sin barreras.
Cuando escribo, me aíslo en un bosque imaginario. Un lugar donde la materia respira, donde cada palabra es un tronco que se yergue, una raíz que se hunde, una chispa que enciende la oscuridad. Allí, la vida se muestra en su esencia más pura: un constante descubrimiento, una búsqueda de tesoros ocultos bajo la opresión de los conceptos y las formas preestablecidas.
En ese viaje interior, aprendo a mirar con una intención distinta. A descubrir en cada cosa, en cada instante, una lección silenciosa. Porque todo lo que existe, en su ser, es enseñanza. Y quizás, la verdadera belleza está en atreverse a verla.